No hay mejor compañía que la de uno mismo

Por lo general, igual si no tienes planes como si los que tienes no te apetecen nada, acaba resultando muy placentero hacer planes para uno mismo. Tener lo que te apetece y cuando te apetece. A menudo no somos conscientes de la suerte que tenemos por ser libres. Casi siempre nos quejamos en lugar de tomar decisiones.

Yo también lo hago así a veces (así de mal, quiero decir), pero no ayer. Me levanté cómo os conté, pero tan pronto acabé el café me metí en la ducha y me estuve acicalando horas, dándome cremitas, maquillándome con calma, y haciéndome las fotos del outfit que os enseñaré más tarde para no hacer esta entrada interminable.

Después seleccioné algunas cosas de mi nevera y me preparé una especie de brunch. Una especie de, porque en realidad ya había desayunado!

Antes de salir preparé los dos swaps que tenía que enviar, para asegurarme de no olvidar dejarlos en correos, y a continuación me dispuse a ir a Expotarta.

Me animé a ir sola y me gustó, aunque no estuve más de diez minutos porque había tanta gente que no se podía ni estar. No hice compras, ni fotos, ni na. Fa-tal.

Al salir de allí estuve en algunas tiendas, incluída mi nueva favorita...

No me tomé el frapuccino mocca blanco de rigor pero sí unas gominolas de esa tienda sueca tan exquisita...

y fui a una charla de escritores en Fnac, donde aproveché para comprar un libro a Mr. Mus., que mañana es San Jorge!

Aún estuve con Tula un ratín tomando una coca-cola y de camino a casa pasamos por un mercadillo en la puerta de una iglesia, donde compré un jerseicín por dos euros...

No vi el fútbol ni me interesó y me sentí muy bien de haber resuelto mi día con semejante solvencia.